Cada día, los vendedores a puerta fría se enfrentan al rechazo.
Basta con hablar con cualquiera que haya trabajado vendiendo contratos de telefonía o energía: portazos, malas caras, y la sensación de que ya nadie quiere que le vendan nada en persona.
Los carteles de “no se admiten vendedores” en los portales no son nuevos, pero hoy se suman otras barreras. Los vecinos miran por la mirilla y no abren.
De hecho, la visita a hogares sin cita previa para ofrecer servicios de empresas de electricidad y gas está prohibida en según el Real Decreto-ley 15/2018, lo que ya genera rechazo ante cualquier tipo de venta puerta a puerta.
Algunos incluso nos graban con cámaras de seguridad instaladas en el telefonillo. No importa si ofreces un buen producto. Para muchos, simplemente eres el enésimo comercial del día.
En la calle, la cosa no mejora. Mucha gente confunde a un vendedor con alguien que viene a molestar. Y sin embargo, vemos en redes a algunos “influencers” grabándose mientras intentan vender algo en frío. Si tienen suerte, lo convierten en contenido. “Si quieres aprender cómo conseguir clientes como este, dale a like y apúntate a mi curso online”, dicen con una sonrisa, como si fuera fácil.
Es la venta convertida en espectáculo, algo muy distinto a la realidad del día a día para la mayoría de nosotros.
La mayoría no graba vídeos. No busca fama. Lo que necesitamos es cerrar ventas, porque de eso vivimos. Y cada vez está más difícil.
Los que venden por teléfono lo saben también. Las compañías bloquean números. Muchos móviles ya identifican llamadas como spam incluso antes de que suene. Y lo que viene será peor: asistentes virtuales que filtran llamadas antes de que puedas hablar.
¿Y ahora qué?
¿Tenemos que dejar de vender en frío y depender solo del marketing digital? ¿Tenemos que hacernos virales para que alguien nos escuche? ¿O hay otro camino?
Yo creo que sí lo hay.
La venta a puerta fría no ha muerto. Lo que ha muerto es la forma antigua de vender.
Hoy no basta con insistir. Hay que aportar algo desde el primer segundo. Hay que entender al cliente, respetar su tiempo y crear confianza. Y eso no lo enseña ningún algoritmo ni se graba en TikTok.
Los buenos vendedores seguirán vendiendo. Pero ya no lo harán hablando más que el cliente, sino preguntando mejor. Escuchando más. Y ofreciendo soluciones reales.
Así que no, la puerta fría no ha muerto. Pero sí ha cambiado.
Y quien no cambie con ella, se quedará fuera.
¿Tú qué opinas? ¿La puerta fría está acabada o simplemente se está transformando?
Déjame un comentario o comparte este artículo con ese compañero que sigue luchando cada día en la calle o al teléfono.
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