Se supone que los ascensos deben sentirse como una victoria: una señal de que avanzas, subes un peldaño en tu camino hacia el éxito. Pero a veces, cuanto más alto subes, más miserable te sientes.
Hace años, me ascendieron de Representante de Desarrollo de Negocios (prospección) a Ejecutivo de Cuentas (comercial de zona) después de solo 10 meses. Pensé que estaba listo para el siguiente paso. Pero en cuanto empezó como comercial, todo cambió. La presión se disparó, mi territorio iba tres horas adelantado y nunca alcancé el objetivo.
Estaba estresado todo el tiempo y casi no aprendía nada nuevo —solo trataba de sobrevivir.
Entonces, mi antiguo encargado de los comerciales de prospección me preguntó si quería volver al equipo. Dije que sí.
Esa decisión parecía un retroceso sobre el papel, pero me devolvió el control. Me permitió reiniciar y mejorar en un rol donde sabía que podía destacar, sin el estrés constante de no cumplir objetivos. Agradecí mucho que la empresa reconociera mis habilidades y me ofreciera esa oportunidad en lugar de exprimirme hasta romperme.
Y así llegamos hasta el año pasado, muchísimos años después. Pero la historia se repetía, y a myor escalsa. Pasé de Country Manager a Responsable de Equipo, y luego a Director Regional para siete países.
Sobre el papel, era un despegue en mi carrera, pero cada ascenso me alejaba más de lo que realmente me gusta: trabajar directamente mis con clientes y ser responsable de mis resultados. En vez de eso, gestionaba personas, lidiaba con política interna y dependía del rendimiento de otros. No tenía el control.
Para algunos, eso es un sueño. Para mí, fue una pesadilla.
Lo que aprendí sobre crecimiento profesional y habilidades
Cada rol requiere un conjunto de habilidades distinto —y conocer cuáles se alinean contigo es clave.
Como comercial de ventas o como prospector de mesa, el éxito significa dominar la persistencia, la resiliencia y el contacto constante con clientes. Desarrollas una piel a prueba de balas frente al rechazo y aprendes a abrir puertas que parecían cerradas.
Como comercial, eres tú quien lleva el control de todo el ciclo de ventas. Construyes relaciones, manejas objeciones con destreza y gestionas tu cartera con precisión. Es gratificante, pero exige fortaleza mental y mucha autonomía.
En roles de liderazgo, todo cambia de vender a gestionar. Tu éxito depende de saber entrenar, influir y confiar en tu equipo. Tienes que navegar la política de oficina y equilibrar prioridades estratégicas —habilidades que no todos disfrutamos o dominamos.
La verdad es que, con cada ascenso, te alejas del trabajo directo y práctico que te hizo enamorarte de las ventas. Y si tus fortalezas no están en liderar personas o en estrategia organizacional, puede ser agotador.
Dar un paso atrás fue lo correcto
Renuncié dos veces —de comercial a prospector, y de Director Regional a un rol de ventas más práctico. No considero que hubiera fallado, sino porque quería enfocarme en donde rindo mejor.
No hay vergüenza en elegir un rol que se ajuste a tus habilidades y estilo de vida, en lugar de perseguir un título que no encaja contigo.
Tu carrera es tuya. El éxito es hacer aquello en lo que eres mejor —no lo que se ve mejor en un currículum.
Y para cerrar el círculo: después de dejar el puesto de Director Regional, cambié de empresa en cuanto me llegó la oportunidad. Ahora trabajo como Director de Proyectos, con menos responsabilidad sobre otras personas, equipos más pequeños, resultados directos y concretos… y, hasta ahora, va muy bien.
Si estás atascado en un rol que te estresa o te aleja de lo que realmente te gusta, recuerda: a veces el mejor movimiento es dar un paso atrás, reagruparte y reencontrar tu punto ideal.
Si esto te ha pasado, o te lo estás pensando, comparte tu experiencia con todos en la sección de comentarios. Nos ayuda a mejorar muchísimo.
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